El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo de la FIFA, Joseph Blatter, inspeccionaron este martes las obras de reconstrucción del estadio olímpico Luzhnikí, sede de la final del Mundial de fútbol que Rusia acogerá en 2018.
"Ustedes están intentando conservar el aspecto histórico del estadio. Es fantástico. Considero que usted y el alcalde de Moscú pueden enorgullecerse, y nosotros también estamos orgullosos de ustedes", comentó Blatter, según la prensa local.
Blatter respondió así cuando Putin le preguntó si tenía algo que objetar al proyecto de reforma del Luzhnikí, que acogió en 2008 la única final puramente inglesa de la Liga de Campeones con victoria para el Manchester United sobre el Chelsea en los penaltis.
"En comparación con Brasil, Rusia está considerablemente por delante de los plazos previstos cuando faltan cuatro años para el comienzo del torneo", destacó.
Por su parte, Putin aseguró que no alberga duda alguna de que Rusia concluirá las obras de todos los estadios e infraestructuras mundialistas "dentro de los plazos previstos".
Agradeció a Blatter la decisión de la FIFA de permitir que, además del Luzhnikí, el estadio de Yekaterimburgo (Urales) también conserve su aspecto histórico.
Y cifró en 664.000 millones de rublos (unos 15.000 millones de dólares) el dinero que se gastará Rusia en los preparativos y la organización de la Copa Mundo, la mitad de los cuales provienen del presupuesto estatal.
Recientemente, la delegación de inspección de la FIFA revisó el Luzhnikí y los estadios e infraestructuras adyacentes en Moscú, San Petersburgo, Kazán y Sochi.
Los organizadores han optado por el conservadurismo en lo que respecta al Luzhnikí que no será demolido, como se pensó en un primer momento, sino remodelado.
Las autoridades rusas se gastarán 800 millones de dólares en ese proyecto arquitectónico, que se propone conservar la histórica fachada del Estadio Lenin, que llegó a tener una capacidad para más de 100.000 espectadores.
Tras la reforma a la que fue sometido, redujo su aforo de 85.000 a 78.000 asientos y con vistas al Mundial debe acoger un mínimo de 80.000 espectadores.
"Para los moscovitas esto es muy importante, ya que es el símbolo del movimiento olímpico (los Juegos de Moscú 1980) y es el principal estadio del país. Al mismo tiempo, nos hemos complicado la vida, ya que reconstruir es mucho más difícil que derribar y comenzar de cero", dijo hoy (ayer) Serguéi Sobianin, alcalde moscovita.
Con la excepción de la histórica fachada, el resto "será supermoderno", lo que convertirá al Luzhnikí "en uno de los mejores estadios del mundo".
Por otra parte, Blatter rechazó el boicot del primer Mundial de fútbol en suelo ruso, aduciendo que esa decisión "nunca tendrá efectos positivos".
"El fútbol no se puede boicotear. FIFA defiende firmemente la celebración de este Mundial en Rusia. Es el mayor espectáculo del mundo", insistió y llamó a los críticos a "saber perder".
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