miércoles, 18 de junio de 2014

La angustia de estar en Brasil y no tener boletos



Personas desesperadas esperan durante horas fuera de los estadios del Mundial Brasil 2014, observando con envidia el desfile de hinchas que marchan felices hacia sus asientos numerados. Son los fanáticos sin entradas, que cifran sus esperanzas en los revendedores ilegales... o en colarse. El brasileño Igor Guerra vive en el barrio de Tijuca de Río de Janeiro, está a solamente pasos del estadio Maracaná.

Pero no consiguió ninguna entrada, y junto con dos amigos, todos vestidos con la camiseta argentina, se apostaron el domingo cerca del estadio una hora antes del partido Argentina-Bosnia (2-1), sosteniendo un estandarte en el que se lee “Compro entradas” en español, inglés y portugués. Este estudiante de Derecho de 21 años está dispuesto a desembolsar hasta 250 dólares para ver jugar a Lionel Messi en vivo.

¿Pero sabe que es ilegal, que a la FIFA no le gustaría? “A mí tampoco me gustan muchas cosas de la FIFA”, dice, encogiéndose de hombros, esperanzado en conseguir una entrada aunque sea para el segundo tiempo.

Las entradas para el Mundial-2014 son personales e intransferibles. Llevan inscrito el nombre del comprador, y la FIFA solo permite la reventa en su plataforma en línea. Pero casi nunca se verifica la identidad de los espectadores al ingresar a los estadios.

Un grupo de cuatro amigos argentinos fanáticos del fútbol condujo durante 25 horas para atravesar los 2.500 km que separan Córdoba de Sao Paulo para la apertura del Mundial.

Sin entradas y sin un peso, decidieron recurrir a la “viveza criolla”: fueron a un hotel cinco estrellas y en la recepción se hicieron pasar por representantes de una empresa internacional que es socia comercial de la FIFA.

Sin demasiadas preguntas, la recepcionista les entregó cuatro entradas VIP, cuenta a la AFP uno de los jóvenes, que no quiere ser identificado. “Había sushi, había champán, ¡y estaba Ronaldo Fenómeno!”, exclama, mostrando en su teléfono las fotos de los cuatro con Ronaldo. “¡Ni Maradona pudo entrar donde estábamos nosotros! ¡Quería, pero no podía!”, cuenta a carcajadas.

Pero nada es perfecto, y los amigos no pudieron ver el final del primer partido de la Copa entre Brasil y Croacia (3-1): es que los echaron porque estaban en chancletas. Para el partido Argentina-Bosnia en el Maracaná tuvieron menos suerte: se contentaron con verlo en un bar cercano, además sin cerveza, porque la ley del hincha prohíbe la venta de alcohol en torno al estadio los días de juego.

Pero a otros les ganó el desespero. Antes del partido, unos 30 hinchas sin entradas, muchos vistiendo camisetas argentinas —e incluso uno con una peluca de rulos negros parecido a los de Maradona—, saltaron las rejas y forzaron una de las puertas de acceso al Maracaná. La FIFA advierte que comprar de la reventa lo puede convertir a uno víctima de un engaño.

Los datos

A la fuerza

A muchos les ganó el desespero. Antes del partido Argentina-Bosnia, unos 30 hinchas sin entradas saltaron las rejas y forzaron una de las puertas de acceso al Maracaná.

Video

La invasión, bajo las narices de un pequeño grupo de agentes de seguridad de la FIFA, fue registrada en un video amateur que recorrió las redes sociales.

Detenidos

Nueve de los “colados” fueron detenidos, llevados a un juzgado, fichados y liberados después. Del resto, se presume que disfrutaron (gratuitamente) del golazo que Messí anotó casi volando, a 31 kilómetros por hora.

Una entrada perpetua al Maracaná no vale ahora

El empresario brasileño Luis Meyer Blumberg es propietario de un valioso ticket: una entrada de por vida para cualquier evento en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro. Para todos, a excepción de la Copa del Mundo Brasil 2014. Su entrada lleva el rótulo de “asiento especial a perpetuidad”, sin embargo, la FIFA ha puesto el botón de pausa a su acceso eterno al estadio.

“Por lo que vale este pedazo de plástico hoy en día, podría haber comprado prácticamente un apartamento hace un par de años. Es una pena que no sirva para el Mundial”, dice Blumberg. Este hombre canoso, deportivo, se encuentra en un selecto club: los que pueden asistir a cuantos partidos quieran en el estadio, así como a otros eventos. Salvo este Mundial.

Cuando el Maracaná fue construido por primera vez entre 1948 y 1950, faltaba financiamiento para la etapa final, y las autoridades asignaron unas 3.000 entradas “de por vida” a hinchas que ayudaron a costear el estadio.


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