sábado, 21 de junio de 2014
Están en Brasil, pero sin plata
Recorrieron miles de kilómetros en coche o caravana para cumplir su sueño de asistir al Mundial, pero cuando llegaron a buen puerto, estos apasionados del fútbol sin un peso deben recurrir a muchas astucias. En la legendaria playa de Copacabana de Río de Janeiro, una fila de casas rodantes y de camionetas y automóviles con matrículas chilenas y argentinas está estacionada a metros de las palmeras y la arena.
Fácilmente identificables, los carros están decorados con los colores de sus selecciones favoritas. Sobre sus costados se lee “íChi-chi-chi Le-le-le!”, “íViva Chile mierda!” o “íEl orgullo de ser chileno!”. Algunas de las casas rodantes parecen haber vivido ya varias vidas, pero cumplieron su misión de trasladar a sus ocupantes al pie de los célebres mosaicos negros y blancos de la calzada que bordea la orilla del mar.
Aparcar el coche en este lugar envidiable solo cuesta unos reales por día: las autoridades municipales quieren facilitar las cosas a los hinchas durante el Mundial. En una mañana lluviosa, el chileno Diego Figueroa y seis compatriotas se apretujan en una casa rodante después de haber recorrido 5.000 km entre Santiago y Río. Desde el inicio, su aventura tuvo complicaciones.
“Cuando partimos, el pasaje de los Andes entre Santiago y Mendoza (Argentina) estaba cerrado a raíz de la nieve. Tuvimos entonces que ir hasta San Pedro de Atacama (1.000 km más al norte) para tomar el paso de Jama”, cuenta este ingeniero de 28 años. El grupo llegó luego a Cuiabá (centro oeste de Brasil), donde Chile jugó su primer partido contra Australia (3-1), y después a Río de Janeiro.
El domingo “partimos para Sao Paulo para el último encuentro frente a Holanda”, explica su amigo Matías Muñoz, mientras lava vasos en un balde de agua de lluvia recogida durante la noche. “Aquí dentro dormimos siete. No es súper cómodo, pero está bien”, añade antes de adentrarse con dificultades en el habitáculo. El viaje del argentino Gastón Giménez también fue complicado.
“Apenas cinco horas después de haber partido, se rompió la caja de cambios del coche, arreglarla nos costó unos 650 dólares y eso afectó bastante”, dice tras llegar hace una semana con tres amigos en su pequeño coche luego de tres días de periplo, Gastón cuenta cada peso y ahora duerme bajo las estrellas. “Fuimos a albergues de jóvenes, pero no podíamos dormir con todas las personas que festejaban. Hoy además no nos queda un peso, así que dormimos en la playa”, dice.
Aunque pasar la noche en las arenas de Copacabana hace soñar a más de uno, no todo es rosa para los campistas improvisados. “Ayer instalamos nuestras carpas tras una noche bien festiva, pero la Policía nos despertó a las 5 de la mañana para pedirnos que nos fuéramos”, deplora Gastón, el rostro aún hinchado por una noche corta y a todas luces regada de alcohol.
Los apuntes
Sin espacio
Hay muchos albergues en Río de Janeiro, pero todos están copados de aficionados, la mayoría de sudamericanos.
Playas
Allí y en las playas se asentaron los hinchas que recorrieron varios kilómetros para acompañar a sus equipos.
Fiestas
Predomina el festejo, no hay mucho tiempo para el descanso.
Restricciones
Los aficionados argentinos que viajaron a Brasil están sometidos al estricto control de gastos en el extranjero impuesto por su gobierno. Sus retiros de dinero están limitados y sometidos a autorización, y sus compras llevan un impuesto de 30%, que puede subir a 50% si la factura supera los 300 dólares.
Aseo
Los puestos de salvavidas en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, cuentan con duchas móviles, tomarse un baño breve cuesta un dólar y medio. Las filas son enormes, pero quienes no cuentan con efectivo no les queda otra que esperar.
Precios
Un aficionado argentino se lamentó de que el costo de vida en Brasil sea uno de los más caros de la región. Contó que desde hace cuatro días solo come pan, pues la carne y otros alimentos se volvieron una cuestión de lujo.
Ofertas
Pero también hay gente que se ingenia para ganar dinero en el país del fútbol. El chileno Diego Figueroa, de profesión mecánico, puso un cartel en su coche anunciando sus servicios “para cualquier modelo y marca de vehículo”, no gana mucho, pero le permite “juntar algunos reales”.
Fútbol
Por las mañanas, cuando no hay partidos, los aficionados muestran sobre la arena sus condiciones para dominar el balón. Se juegan partidos intensos a orillas del mar. Para algunos la idea es “matar el tiempo” y olvidar el hambre mientras llega la hora del partido para alentar al equipo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario