El último de los enfrentamientos ocurrió la noche del viernes en San Pablo, sede de la inauguración del Mundial, cerca del aeropuerto internacional de Guarulhos.
Unas 50 personas reclamaban mejoras en las vías de acceso a su barrio y, según policía, un grupo de estas saqueó una tienda de fuegos artificiales y empezó a lanzarlos contra la tropa.
Varios vehículos fueron destrozados y la policía los dispersó con bombas lacrimógenas y balas de goma.
Un día antes, unas 10.000 personas marcharon en varias ciudades de Brasil en manifestaciones por mejoras salariales y descontento por los altos gastos del Mundial, entre otros reclamos.
Si bien esta cantidad dista mucho del millón de personas que salió a las calles en junio de 2013 durante la Copa Confederaciones en demanda por mejoras en salud, educación y transporte, muchas de las protestas suelen terminar en violencia y destrozos.
¿La policía también?
Incluso un sector de la policía militar (a cargo de la seguridad ciudadana) del estado de Recife, otra sede mundialista, se declaró en huelga la última semana, pero tuvo que suspenderla debido a saqueos a supermercados en la ciudad.
En tanto, la justicia impidió a la Policía Federal -que vela por la seguridad territorial y migraciones- declararse en huelga en demanda de una reestructuración de la institución.
Grupos de profesores en Rio de Janeiro y en San Pablo también protestaron o se declararon en huelga, mientras que conductores de buses en Rio pararon en más de dos ocasiones, generando caos en el transporte de la "Cidade Maravilhosa", sede de la clausura de la Copa.
Hasta personal de la cancillería en consulados como el de Nueva York detuvo sus labores, lo que puede afectar la normal entrega de visas con miras al Mundial.
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