Buenos Aires / EFE.- “Son como Tom y Jerry”, los describió Miguel Ángel Lemme, hombre del riñón de Carlos Bilardo y quien fuera asistente de Diego Maradona en su primer año como seleccionador argentino.
Amor y odio. Ésa ha sido la constante en la particular relación entre los integrantes de la fórmula que más éxitos dio al fútbol argentino, uno como genial futbolista y otro como meticuloso estratega.
Maradona y Bilardo unieron sus caminos tras el Mundial de España en 1982, cuando la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) confió al Narigón la conducción del ciclo que derivaría en México 1986.
Contra viento y marea, el entrenador quitó la capitanía del equipo a Daniel Passarella, otra figura simbólica del fútbol de este país, y se la entregó a quien consideraba que iba a llevar a Argentina a la conquista de su segundo título del mundo.
Y no se equivocó. El Pibe tomó el testigo, explotó en el máximo nivel internacional y la Albiceleste sumó una nueva estrella con una gran actuación y golazos de Maradona.
Los días felices pasaron, y los egos y las vanidades se colaron en una relación que a partir de ese momento tuvo altas y bajas, encuentros y desencuentros, peleas y reconciliaciones.
Tres años después de ser subcampeones en Italia 1990, Bilardo llevó a Maradona al Sevilla español, en el que todo el mundo recuerda los insultos públicos que el futbolista dedicó al técnico cuando éste le sustituyó en un partido ante el Burgos en el estadio Sánchez Pizjuán, pocos minutos después del descanso.
Cuando abandonaba el estadio antes de concluir el encuentro, Maradona, enfadado, manifestó sus intenciones de tratar con Bilardo el asunto. “Como un hombre, aunque dudo que él lo sea”, lastimó.
El técnico se mostró afectado al considerar que Diego era como su “hijo”, y aseguró que le dolían los insultos porque habían “luchado diez años juntos”.
El tiempo y las circunstancias de la vida cicatrizaron las heridas. Volvieron a encontrarse en el Boca Juniors en 1996 y más de una década después en la selección argentina, aunque con Maradona como entrenador y Bilardo como secretario técnico.
Ni bien asumió a finales de 2008, Maradona marcó límites al aclarar que la alineación del equipo era responsabilidad suya, más tarde dijo que Bilardo no hacía la “presión suficiente” para la contratación de Óscar Ruggeri como asistente, y después aseveró que la AFA “había puesto” al secretario técnico por si él “fallaba”.
Mientras la prensa hablaba de falta de diálogo, ellos negaban sus peleas y se abrazaban como hermanos tras la angustiosa clasificación argentina al Mundial lograda en Montevideo.
Y días después de confesar que Bilardo aportaba “muchísimo” a su tarea de seleccionador, Maradona le mandó a ver los partidos desde el palco junto al presidente de la AFA, Julio Grondona, y le acusó de querer “voltear” al dirigente para quedarse con la entidad.
El secretario técnico no se quedó atrás y acusó a Alejandro Mancuso, principal colaborador del seleccionador, de “fomentar la división” entre ellos.
Con Grondona como mediador, firmaron una tregua con vistas a Sudáfrica 2010.
Tampoco tuvieron diálogo durante el Mundial, y tras la paliza que Alemania propinó a Argentina en los cuartos de final, Maradona y sus colaboradores ven a Bilardo como “el monje negro” que operó en las sombras para que la AFA no renovara el contrato del técnico.
“Grondona me mintió, Bilardo me traicionó”, aseguró Diego en un comunicado que leyó el miércoles, arropado por sus amigos y frente a una multitud de periodistas y fotógrafos.
Bilardo negó haberlo traicionado, aclaró que habría renunciado si la AFA hubiera echado al DT, dijo que siempre se jugó “la vida” por Maradona y atacó sin dar nombres a algunos de los miembros del entorno del astro, a quienes llamó “bichitos”.
“Son como Tom y Jerry. Se pelean, se insultan, se carajean. Pero después, a la larga, están siempre juntos”, explicaba Lemme.
A simple vista, esta vez parece no haber retorno en esta relación, que se ha convertido en un icono del fútbol argentino.
Amor y odio. Ésa ha sido la constante en la particular relación entre los integrantes de la fórmula que más éxitos dio al fútbol argentino, uno como genial futbolista y otro como meticuloso estratega.
Maradona y Bilardo unieron sus caminos tras el Mundial de España en 1982, cuando la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) confió al Narigón la conducción del ciclo que derivaría en México 1986.
Contra viento y marea, el entrenador quitó la capitanía del equipo a Daniel Passarella, otra figura simbólica del fútbol de este país, y se la entregó a quien consideraba que iba a llevar a Argentina a la conquista de su segundo título del mundo.
Y no se equivocó. El Pibe tomó el testigo, explotó en el máximo nivel internacional y la Albiceleste sumó una nueva estrella con una gran actuación y golazos de Maradona.
Los días felices pasaron, y los egos y las vanidades se colaron en una relación que a partir de ese momento tuvo altas y bajas, encuentros y desencuentros, peleas y reconciliaciones.
Tres años después de ser subcampeones en Italia 1990, Bilardo llevó a Maradona al Sevilla español, en el que todo el mundo recuerda los insultos públicos que el futbolista dedicó al técnico cuando éste le sustituyó en un partido ante el Burgos en el estadio Sánchez Pizjuán, pocos minutos después del descanso.
Cuando abandonaba el estadio antes de concluir el encuentro, Maradona, enfadado, manifestó sus intenciones de tratar con Bilardo el asunto. “Como un hombre, aunque dudo que él lo sea”, lastimó.
El técnico se mostró afectado al considerar que Diego era como su “hijo”, y aseguró que le dolían los insultos porque habían “luchado diez años juntos”.
El tiempo y las circunstancias de la vida cicatrizaron las heridas. Volvieron a encontrarse en el Boca Juniors en 1996 y más de una década después en la selección argentina, aunque con Maradona como entrenador y Bilardo como secretario técnico.
Ni bien asumió a finales de 2008, Maradona marcó límites al aclarar que la alineación del equipo era responsabilidad suya, más tarde dijo que Bilardo no hacía la “presión suficiente” para la contratación de Óscar Ruggeri como asistente, y después aseveró que la AFA “había puesto” al secretario técnico por si él “fallaba”.
Mientras la prensa hablaba de falta de diálogo, ellos negaban sus peleas y se abrazaban como hermanos tras la angustiosa clasificación argentina al Mundial lograda en Montevideo.
Y días después de confesar que Bilardo aportaba “muchísimo” a su tarea de seleccionador, Maradona le mandó a ver los partidos desde el palco junto al presidente de la AFA, Julio Grondona, y le acusó de querer “voltear” al dirigente para quedarse con la entidad.
El secretario técnico no se quedó atrás y acusó a Alejandro Mancuso, principal colaborador del seleccionador, de “fomentar la división” entre ellos.
Con Grondona como mediador, firmaron una tregua con vistas a Sudáfrica 2010.
Tampoco tuvieron diálogo durante el Mundial, y tras la paliza que Alemania propinó a Argentina en los cuartos de final, Maradona y sus colaboradores ven a Bilardo como “el monje negro” que operó en las sombras para que la AFA no renovara el contrato del técnico.
“Grondona me mintió, Bilardo me traicionó”, aseguró Diego en un comunicado que leyó el miércoles, arropado por sus amigos y frente a una multitud de periodistas y fotógrafos.
Bilardo negó haberlo traicionado, aclaró que habría renunciado si la AFA hubiera echado al DT, dijo que siempre se jugó “la vida” por Maradona y atacó sin dar nombres a algunos de los miembros del entorno del astro, a quienes llamó “bichitos”.
“Son como Tom y Jerry. Se pelean, se insultan, se carajean. Pero después, a la larga, están siempre juntos”, explicaba Lemme.
A simple vista, esta vez parece no haber retorno en esta relación, que se ha convertido en un icono del fútbol argentino.
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