Llamamientos al boicot, problemas de seguridad, la amenaza de los ultras y la rampante corrupción. No ha sido un camino fácil, pero Rusia ha ido callando bocas a medida que se acercaba el Mundial y a falta de 99 días para el partido inaugural apenas hay unos pocos lunares en la organización.
Hasta el presidente ruso, Vladímir Putin, al que no le gusta el fútbol, sino el judo y el esquí, se animó a darle unos toques al balón en el mismísimo Kremlin junto al jefe del fútbol mundial, Gianni Infantino.
Hace 10 años, Rusia tenía un solo estadio moderno, el del Lokomotiv. Además, los 12 estadios están prácticamente terminados, con la triste excepción del Cosmos de Samara, el mayor quebradero de cabeza del comité organizador.
Hay cinco estadios ya inaugurados -Luzhnikí, San Petersburgo, Fisht (Sochi), Kazán y Spartak- y otros siete que lo serán en abril, el primero de ellos el de Kaliningrado, que albergará un partido de liga el 11 de abril.
El problema de los ultras ha vuelto a resurgir con fuerza en las últimas semanas, tras los violentos incidentes ocurridos antes del partido de la Liga Europa entre el Athletic de Bilbao y el Spartak Moscú.
Además de las nuevas leyes promulgadas por Putin que endurecen los castigos contra los ultras y las listas negras de aficionados radicales, el comité organizador ya demostró que el FAN ID es ideal para prevenir estos hechos.
RUSIA APRUEBA EN LA SEGURIDAD
En cuanto a la seguridad, la Copa Confederaciones disputada en cuatro ciudades demostró que Rusia está capacitada para garantizar la seguridad de un evento deportivo de la magnitud de un Mundial.
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