Los “fuleros” partidos de ayer que cerraron la primera fase (de grupos) en el Mundial de Brasil fueron opacados por la desproporcionada sanción contra Lucho Suárez, la estrella uruguaya que mordió a un defensa italiano. La Fifa –una vez más- demuestra su poderío contra los débiles y pasa de una necesaria sanción a una venganza que tiene intereses oscuros.
¿Hubo presión para meter un castigo de nueve partidos, cuatro meses y 100.000 francos por parte de federaciones tan pesadas como la inglesa y la italiana? ¿Actuó la “mano negra” de Brasil, país con el que puede enfrentarse Uruguay si los charrúas eliminan en octavos a Colombia y los anfitriones hacen lo propio con Chile este sábado? ¿Sería la misma sanción si Suárez fuese alemán, español, italiano o francés? ¿Con qué cara se venga la mafia de la Fifa de un país chiquito mientras por debajo de la mesa recibe “mordidas” y sobornos de países petroleros como Qatar para organizar mundiales en el desierto en pleno verano del norte? ¿la Fifa se cree la dueña del fútbol? ¿por qué la multa llega hasta el extremo de impedir su presencia en una cancha como mero espectador hasta finales de octubre? ¿quiénes se creen los millonarios dirigentes para recomendar un psicólogo para el atacante?
A ratos, estos señores me hacen recuerdo de la “santa” Inquisición y sus condenas a la hoguera. ¿No era mejor lapidar o quemar en plaza pública al salvaje” indígena charrúa”? ¿Hasta cuándo los estados y los gobiernos, los clubes que sostienen el fútbol, los jugadores que lo protagonizan y los hinchas que nos bancamos todo vamos a soportar la tiranía anacrónica de los dirigentes futboleros? Y la décima: ¿los ocho costarricenses enviados al anti-doping (algo inédito en cualquier torneo) tras ganar con fútbol hermoso a a los italianos son tambien culpables?
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