Uruguay está en octavos de final e Italia viaja de regreso. Porque —a fuerza de paciencia y su siempre vigente espíritu — el cuadro “charrúa” desniveló un partido en el que no las tuvo todas consigo. De hecho, la pelota, de modo mayoritario, la manejó, aunque sin demasiado tino, su oponente.
Es cierto que la expulsión de Claudio Marchisio señaló un antes y un después. Acaso no tanto futbolístico, sino en lo anímico. El cuadro europeo supo disimular la inferioridad numérica, pero sintió que el rival se le iba encima, lo metía contra su zona.
Y así nació la diferencia. Tras un lanzamiento de esquina Diego Godín fue a buscar el cabezazo, terminó tocando el balón con el hombro y Buffon (que rato antes, con un tapadón, le impidió el festejo a Suárez) no pudo llegar. El zaguero del Atlético de Madrid parece hecho para convertir decisivamente.
Cotejo táctico en extremo. Cavani se encargó de bloquear a Pirlo e Italia perdió abastecimiento a Balotelli, su referente de ataque, que, amonestado, naufragó en medio del malhumor y ya no volvió luego del descanso. La más clara de la parte inicial la tuvieron, consecutivamente, Suárez y Cavani. El arquero italiano reaccionó estupendamente.
Y como el empate favorecía a los europeos, éstos comenzaron el complemento exentos de variantes, dejando que los minutos transcurrieran sin arriesgar demasiado. Está señalado que la tarjeta roja mostrada por el mexicano Marco Rodríguez tuvo cierta influencia. No fue bueno, dicho sea de paso, el desempeño del juez, que más tarde, por ejemplo, obvió un mordisco de Luis Suárez a Giorgio Chiellini en el hombro.
La celeste, ayer blanca, reiteró su pasta ganadora. Renació tras el cachetazo que le dio Costa Rica. Ante Inglaterra e Italia supo imponerse mediante los expedientes que le son propios, esos que identifican sus genes futbolísticos y parecen bordados en su camiseta. Ayer, hoy y siempre.
Óscar Dorado Vega es corresponsal en Bolivia de la cadena Fox Sports
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