jueves, 26 de junio de 2014

El rostro ancestral de Brasil



Entre la modernidad y el modo de vida ancestral, los indígenas del poblado de Tupé, en el corazón de la selva amazónica, festejan cada partido de Brasil en el Mundial con sus tatuajes rituales sobre una mejilla y un maquillaje verdeamarelo en la otra.

El lunes, cuando la Seleçao ganó 4-1 a Camerún, fue también “día de turistas”, habitual durante el Mundial. Por lo general, hay dos o tres días por semana con espectáculos, pero ahora los grupos desfilan continuamente desde que comenzó la Copa

Rodeados de monos y buitres, los turistas son acogidos en un lugar de culto tradicional construido con maderas y hojas de palma. Situada a algunos kilómetros de la ciudad de Manaos, esta comunidad de 25 habitantes con miembros de cinco tribus diferentes se estableció aquí en 2002, en una de las ramas del río Tarum Mirim que desemboca en el Rio Negro.

Mientras un grupo de turistas espera fuera, entretenidos en los puestos de bisutería artesanal, otros asisten a un espectáculo mecánico y perfectamente planeado que se repite de forma incansable.

Los visitantes tienen derecho al paquete completo: los indígenas visten plumas, vestidos tradicionales, taparrabos, hojas, tatuajes y cascabeles elaborados con huesos frutales en los pies. Más tarde, las mujeres del poblado invitan a presenciar una danza y todo el mundo observa sin olvidar dejar su aporte en el cesto. También tradicional, por supuesto.

El único detalle inquietante es que uno de los bailarines lleva un slip de marca occidental. “Nosotros actuamos como intermediarios entre los poblados y las agencias de turismo”, explica un funcionario del gobierno presente.

“Tratamos de integrar a los habitantes con el mundo que les rodea. Cuando nunca se ha enfrentado al dinero o al alcohol no se sabe lo que puede producir. Normalmente, ellos no conocen la riqueza de su hábitat y no saben cómo atraer a los turistas”, añade.

La comunidad es dirigida por Raimundo Veloso Vaz, un chamán de 78 años que se atribuye el título de “embajador de indígenas” desde que realizó sus visitas a Europa para defender su cultura.

“Un hotel flotante acababa de instalarse al lado y pensamos que era una buena ocasión para dar a conocer nuestras tradiciones”, explica. “Poco a poco otros indígenas se unieron y se mezclaron con nosotros”. El poblado cuenta ahora con una escuela que proporciona enseñanza a distancia, vía internet, y con dos generadores que se turnan hasta la noche para suministrar electricidad.

“Los ingresos del turismo nos permiten vivir. La gente vive aquí con un modo de vida tradicional, eso nos permite preservar intacta nuestra cultura. Todo lo que sé está en mi cabeza y trato de transmitirlo. Algunos son sensibles, otros menos. Nunca hemos forzado a nadie”, continúa contando con un cigarro en la boca, cuando los visitantes del día ya se han marchado.

Los datos

Turismo

Los indígenas del poblado de Tupé muestran sus tradiciones a miles de visitantes que a diario se dirigen a esa región ubicada cerca de Manaos.

Deporte

También practican fútbol los fines de semana. Cuando juega Brasil en el Mundial alientan al equipo con tatuajes rituales en sus rostros y en otras partes del cuerpo.

‘Nosotros somos más brasileños que ellos’

Delante del chamán Raimundo Veloso, su hija se borra los motivos rituales que lleva en la cara, se quita el taparrabos, se pone un sujetador, la camiseta de Brasil por supuesto y se dibuja en las mejillas la bandera nacional. Los goles son recibidos con un corno y con unos petardos que suenan como bengalas de rescate. En el suelo hay varias latas de cerveza y envoltorios de caramelos.

“Todos los sábados jugamos partidos en la comunidad y las mujeres lanzamos tandas de penales, que es lo más divertido”, explica Umussi, que en realidad es Giseli para el Estado civil brasileño. A esta joven de 25 años, la más apasionada del grupo y que grita sin cesar durante el partido, le gusta este tipo de vida sencilla.

“Aquí estamos muy bien, podemos comprar la comida fácilmente en Manaos y tenemos hospital para los niños. Donde vivíamos antes era una zona de vegetación muy densa de la selva. Si no trabajáramos con los turistas, no podríamos vivir”, reconoce Umussi antes de dar su cuenta de Facebook.

Su marido es alemán y la mujer de otro miembro de la comunidad es siciliana. La vida de los indígenas, sin embargo, no es fácil y, a causa de sus costumbres atípicas, son víctimas de una reputación de vagos entre sus compatriotas.

“Antes, los misioneros decían que nuestros poblados eran lugares malos, que éramos satánicos. Hoy, el museo de Manaos saca el dinero de los turistas y nosotros no vemos. Somos más brasileños que el resto, es que estamos aquí antes que ellos”, se queja amargamente el líder del poblado contra las autoridades locales.


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