Cuesta imaginarse para qué le servirá este partido al entrenador Sergio Batista, más allá de algún detalle individual. Anoche, en Mar del Plata, la versión local de la Selección argentina empató 2-2 con Ecuador, en un partido que se suponía iba a servirle al DT para examinar jugadores de cara a la inminente Copa América.
No hubo un equipo en la cancha, apenas once jugadores que iban para el mismo lado y buscaban asociarse como condición necesaria para avanzar en el cambio. Pero no hubo ideas colectivas y si las hubo ninguna llegó a verse sobre el maltrecho césped del estadio de Mar del Plata. Lo único positivo fue el entusiasmo de los futbolistas argentinos por jugar vestidos con la camiseta de la Selección y el regreso de Juan Pablo Carrizo. Nada más que eso.
Colectivamente, generaron muy poco. Fueron acciones aisladas como la que terminó en el segundo gol, cuando Enzo Pérez, en posición de "10" habilitó a Gabriel Hauche, quien definió con clase ante el achique del arquero Marcelo Elizaga. Fue eso y nada más.
En la primera etapa el que primero se puso en ventaja fue Ecuador, con el tanto de Quiñónez, a los 26 minutos. La reacción de la Argentina llegó a los 31 de la mano de Yacob, que se retiró lesionado, y a los 34 Hauche puso en ventaja a la selección. En el complemento el equipo de Batista dejó que Ecuador lo atacara y el empate llegó a los 23, por un penal que hizo Mouche y lo convirtió Castillo.
Batista propuso un 4-3-3 con Claudio Yacob como volante central, pero una contractura lo sacó antes del entretiempo. Por él ingresó Lucas Viatri, pero su lugar en la cancha lo ocupó Cristian Chávez, una posición por demás inusual para el volante de Boca.
Arriba, Gabriel Hauche y Pablo Mouche se movieron por las bandas mientras que Enzo Pérez se movió por el centro del ataque aunque algo más retrasado. La defensa sufrió la velocidad de los puntas ecuatorianos, sobre todo Pillud por la derecha. Batista sabrá qué hacer con lo que vio anoche. O no.
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