jueves, 1 de julio de 2010

Messi y el nuevo orden mundial

A ocho partidos para la conclusión del Mundial, otros tantos equipos se disputan el nuevo orden del fútbol, descarrilados desde hace días los dos últimos finalistas, Italia y Francia. Cuatro sudamericanos (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), tres europeos (Alemania, Holanda y España) y un africano (Ghana). Entre todos los representantes suman 12 títulos, nueve americanos y los tres de los germanos. Y tres novatos a un paso de la historia; jamás España, Paraguay y Ghana alcanzaron una semifinal -ningún equipo africano ha pasado de cuartos-. Con un matiz: en Brasil 1950, la selección española que lideraban Ramallets, Basora, Zarra, Panizo y Gainza fue cuarta, pero entonces, con 13 equipos participantes repartidos en cuatro grupos, los cuatro primeros se jugaban una liguilla. El equipo español fue cuarto tras empatar con Uruguay (2-2) y caer ante la anfitriona (6-1) y Suecia (3-1).

De entrada un clásico, Brasil-Holanda, catalizadores del fútbol más embriagador hasta su conversión al fundamentalismo pragmático. Primero los brasileños, que cambiaron la samba por el baile de corneta en los noventa. Desde entonces, con Dunga, un reputado mecenas del jogo feo, primero como matraca en el campo y ahora como cuartelero mayor en el banquillo, Brasil no juega en la playa. Brasil encantaba, ahora gana. Ya no busca un lugar en el corazón de la opinión pública, solo quiere una Copa, sin más. Enfrente, Holanda, la gran seductora europea de los últimos 40 años. En estos tiempos, también entregada en brazos de esa vía mercantilista que azota al fútbol, donde ya solo cotizan los títulos, no importa su precio. Y eso que no siempre fueron los ganadores los que dejaron huella. En definitiva, dos equipos de perfil similar, con tres liberados por bando (Sneijder, Robben y Van Persie en Holanda; Kaká, Robinho y Luis Fabiano en Brasil), dos laterales con mucha pista (Van der Wiel y Maicon) y el resto, teloneros. Ambas selecciones están tuneadas, pero gotean talento; pese a tanto cenizo, la fantasía no se les ha atrofiado del todo.

Para Uruguay y Ghana, la eliminatoria es una fiesta anticipada. La mística charrúa. Su flirteo con el fútbol es extraordinario para un país con poco más de tres millones de habitantes, un país a la cabeza en cuanto al número de futbolistas per cápita, un país que se atrevió como sede de aquellos aventureros del primer Mundial, hace ya 80 años. Una selección, la celeste, capaz de momificar un estadio como Maracaná, con cerca de 200.000 brasileños en 1950, sometidos por el exitoso quijotismo de Obdulio Varela. Un país donde el fútbol tiene trovadores. En Uruguay este juego es una rima: allí le han puesto música y letra Mario Benedetti y Eduardo Galeano.

En el enésimo resurgimiento de Uruguay ha tenido mucho que ver Óscar Tabárez, el último patriarca de los banquillos uruguayos, ha enhebrado un conjunto sólido, sin fisuras en defensa y tres jugadores con mucho picante en la punta, Forlán, Luis Suárez y Cavani. Ghana, único eslabón mundialista con África, se ha sobrepuesto de maravilla a la baja de su icono, Essien (Chelsea). Es una selección con desparpajo, solidaria y con un ancla que merece un seguimiento particular, Annan, el pulcro y cartesiano medio, al que el Mundial puede rescatar de la Liga noruega, del Rosenborg.

Para mañana, otro duelo entre equipos inmortalizados, Argentina-Alemania, una continuación de las finales de 1986 y 1990, con un trono por bando. La Alemania jovial de Joachim Löw dispuesta a incendiar el rancho de Maradona, en el epicentro del universo que mejor domina, donde se siente seguro: la pelota ha vuelto a ser su primera tentación. El Mundial, necesitado de referencias tras los fracasos de Rooney y Cristiano Ronaldo, espera al Messi goleador, lo único que le falta para convertirse en la figura del torneo. "Eh, recuerden que en México yo aparecí en cuartos", recordaba estos días Maradona, en el papel de masajista anímico de su estrella. El Pelusa obviaba que en el 86, antes de darse la mano con Dios y esquiar entre un tendal de jugadores ingleses, ya había marcado ante Italia, en la primera ronda. Los alemanes han deslizado estos días que sus rivales tutean demasiado a los árbitros, han denunciado su toque áspero, ideal para Maradona y su ejército.

El que resulte ganador entre argentinos y alemanes se medirá al vencedor del España-Paraguay. El equipo de Martino, ex jugador del Tenerife y discípulo de Marcelo Bielsa, su colega de Chile, no ha sido un rival cómodo para nadie. Hace tiempo que Paraguay es una roca. Ya lo fue para España en el Mundial de 1998, cuando un partido sin goles ante Chilavert, Ayala, Gamarra y compañía dejó a la escuadra de Javier Clemente a un centímetro de la eliminación. Así ocurrió, Nigeria y Paraguay se anticiparon a España. Vicente del Bosque medita dar carrete al grupo que se impuso a Portugal, con Llorente, el faro español en Ciudad del Cabo, de nuevo al quite, en el banquillo. El seleccionador invertirá con Torres hasta donde pueda. Y hace bien, en este tramo final todos serán necesarios y arietes como El Niño, cuando está en plenitud, dan pedigrí. Está en juego la nueva jerarquía mundial. Casi nada.

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