Lionel Messi cumple hoy 23 años en pleno Mundial de Sudáfrica, el que está programado para ser su trampolín hacia la historia si, como no para de repetir Diego Maradona, se convierte en el jugador del torneo porque está en plena madurez para conseguirlo.
El "Pelusa" tenía 25 años cuando se alzó con el Mundial de 1986.
Era su segundo Mundial, pero el primero como estrella, como motor de una Argentina que, entorno a él, conquistó su segunda copa.
Desde que tomó las riendas de la selección Maradona se mira en el espejo del Mundial de México y desde que puso los pies en Sudáfrica al frente del grupo no para de repetir esa comparación.
Y para el seleccionador argentino el Maradona de este equipo es Lionel Messi, más joven que él en el 86, menos dotado para el liderato, más introvertido, pero más maduro e igual de decisivo.
Al menos así lo cree el seleccionador, que le ha dado toda la responsabilidad del grupo, ha colocado en sus hombros el peso de una selección que cada día tiene más pinta de favorita e, incluso, le ha convertido en el capitán más joven de la "Albiceleste" en un Mundial.
Cuando se colocó el brazalete el pasado martes en el encuentro contra Grecia en el lugar de Javier Mascherano, que no saltó al césped, Messi tenía 22 años, cuatro menos que Maradona en 1986 y tres menos que Daniel Pasarela en 1978, cuando Argentina levantó la copa ante su público.
En el Mundial argentino Maradona se quedó fuera por poco. Estaba en la lista previa de César Luis Menotti pero finalmente no fue retenido porque, con 17 años, el técnico le consideró demasiado poco maduro para la competición.
En 1982, a los 21 años, Maradona ya llegó como una gran estrella y eso pudo pesarle porque no fue tan decisivo como se esperaba y acabó expulsado tras dar una violenta patada al brasileño Batista.
Messi vive en Sudáfrica su segundo Mundial. En Alemania no contaba demasiado para José Pekerman, pero aprovechó los pocos minutos de que dispuso para marcarle un gol a Serbia y Montenegro, el sexto de una goleada.
Fue su pequeña aportación, su tarjeta de bienvenida a un grupo en el que ha tardado en hacerse el hueco que le corresponde.
El rosarino llegó más tarde que Maradona al punto central de la "Albiceleste", pero parece que también más maduro. Hasta este Mundial Messi era uno más, incluso uno polémico porque Argentina no le perdonaba que sus actuaciones estuvieran a años luz de las que hacía con su club, el Barcelona, con el que ganó todo lo posible, todos los títulos que un futbolista puede soñar.
Apoyado en el club catalán, Messi recibió también todas las recompensas individuales, con el Balón de Oro y el trofeo al mejor jugador de la FIFA como títulos preferentes.
Le falta una gesta albiceleste, un título con la camiseta del país que le vio nacer y que dejó, con dolor en el corazón, a los 14 años para tratarse en España de un problema de crecimiento.
Sudáfrica lo cambió todo. Maradona le situó en el alma del equipo, lo subió al escalón del director de orquesta y Messi tomó la batuta y comenzó la sinfonía. En los tres primeros partidos el rosarino hizo sonar el mejor fútbol de la "era Maradona", el mejor juego del torneo, ofensivo y valiente.
Argentina juega para Messi y el rosarino quiere un fútbol de toque, tener el balón para explotarlo, para convertirlo en juego de ataque, en belleza, en gol.
Todavía no ha marcado. Los palos y los porteros han impedido que recoja los frutos de su estrellato.
Maradona no tiene prisa. Recuerda que también él tardó en marcar en México'86 y acabó como mejor anotador argentino de aquel torneo.
"Cuando lo necesitemos aparecerá", asegura el seleccionador, "está maduro para ello".
El "Pelusa" tenía 25 años cuando se alzó con el Mundial de 1986.
Era su segundo Mundial, pero el primero como estrella, como motor de una Argentina que, entorno a él, conquistó su segunda copa.
Desde que tomó las riendas de la selección Maradona se mira en el espejo del Mundial de México y desde que puso los pies en Sudáfrica al frente del grupo no para de repetir esa comparación.
Y para el seleccionador argentino el Maradona de este equipo es Lionel Messi, más joven que él en el 86, menos dotado para el liderato, más introvertido, pero más maduro e igual de decisivo.
Al menos así lo cree el seleccionador, que le ha dado toda la responsabilidad del grupo, ha colocado en sus hombros el peso de una selección que cada día tiene más pinta de favorita e, incluso, le ha convertido en el capitán más joven de la "Albiceleste" en un Mundial.
Cuando se colocó el brazalete el pasado martes en el encuentro contra Grecia en el lugar de Javier Mascherano, que no saltó al césped, Messi tenía 22 años, cuatro menos que Maradona en 1986 y tres menos que Daniel Pasarela en 1978, cuando Argentina levantó la copa ante su público.
En el Mundial argentino Maradona se quedó fuera por poco. Estaba en la lista previa de César Luis Menotti pero finalmente no fue retenido porque, con 17 años, el técnico le consideró demasiado poco maduro para la competición.
En 1982, a los 21 años, Maradona ya llegó como una gran estrella y eso pudo pesarle porque no fue tan decisivo como se esperaba y acabó expulsado tras dar una violenta patada al brasileño Batista.
Messi vive en Sudáfrica su segundo Mundial. En Alemania no contaba demasiado para José Pekerman, pero aprovechó los pocos minutos de que dispuso para marcarle un gol a Serbia y Montenegro, el sexto de una goleada.
Fue su pequeña aportación, su tarjeta de bienvenida a un grupo en el que ha tardado en hacerse el hueco que le corresponde.
El rosarino llegó más tarde que Maradona al punto central de la "Albiceleste", pero parece que también más maduro. Hasta este Mundial Messi era uno más, incluso uno polémico porque Argentina no le perdonaba que sus actuaciones estuvieran a años luz de las que hacía con su club, el Barcelona, con el que ganó todo lo posible, todos los títulos que un futbolista puede soñar.
Apoyado en el club catalán, Messi recibió también todas las recompensas individuales, con el Balón de Oro y el trofeo al mejor jugador de la FIFA como títulos preferentes.
Le falta una gesta albiceleste, un título con la camiseta del país que le vio nacer y que dejó, con dolor en el corazón, a los 14 años para tratarse en España de un problema de crecimiento.
Sudáfrica lo cambió todo. Maradona le situó en el alma del equipo, lo subió al escalón del director de orquesta y Messi tomó la batuta y comenzó la sinfonía. En los tres primeros partidos el rosarino hizo sonar el mejor fútbol de la "era Maradona", el mejor juego del torneo, ofensivo y valiente.
Argentina juega para Messi y el rosarino quiere un fútbol de toque, tener el balón para explotarlo, para convertirlo en juego de ataque, en belleza, en gol.
Todavía no ha marcado. Los palos y los porteros han impedido que recoja los frutos de su estrellato.
Maradona no tiene prisa. Recuerda que también él tardó en marcar en México'86 y acabó como mejor anotador argentino de aquel torneo.
"Cuando lo necesitemos aparecerá", asegura el seleccionador, "está maduro para ello".
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