"Cariño, recuerda que en junio me voy a ver el Mundial", es una frase masculina que quedó en el pasado. La mujer, como en muchos otros aspectos de la vida diaria, también llegó a la Copa del Mundo y ya nadie podrá desplazarla de las tribunas.
Años de acalorados debates futbolísticos cada domingo dieron su fruto: una nueva generación de mujeres que vibran con el fútbol y que no se quieren perder la máxima cita del deporte internacional. "Mi vida, ¡voy contigo!".
Los niños quedan con los abuelos y lo que era una salida de hombres se convierte en una luna de miel futbolera.
Y las mujeres no sólo llevan charme a las tribunas, algunas con ajustadas camisetas, maquillajes sofisticados, gritos agudos y una pasión indisimulable, sino también un conocimiento claro y femenino del juego, aunque muchos machos se nieguen a aceptarlo.
Las mesas de los restaurantes de Sudáfrica son hoy por eso testigos de análisis breves, claros e incisivos de mujeres, frente a las frases grandilocuentes y fogosas de sus compañeros que intentan convencerlas de que en el fútbol nada es sólo lo que se ve.
Cierto es también que el show mundialista colabora para atraer a las mujeres con jugadores que saben de estética y son modelos de publicidad, que se calzan camisetas ajustadas que marcan sus trabajados músculos y desparraman altas dosis de testosterona por el campo de juego.
Y encima todo esto les suele salir carísimo a sus compañeros, que entre partido y partido ahora no sólo analizan probabilidades y posibles cruces, sino que para calmar ciertos sentimientos de culpa caminan decenas de kilómetros por los pasillos de centros comerciales y hacen arder sus tarjetas de crédito
Años de acalorados debates futbolísticos cada domingo dieron su fruto: una nueva generación de mujeres que vibran con el fútbol y que no se quieren perder la máxima cita del deporte internacional. "Mi vida, ¡voy contigo!".
Los niños quedan con los abuelos y lo que era una salida de hombres se convierte en una luna de miel futbolera.
Y las mujeres no sólo llevan charme a las tribunas, algunas con ajustadas camisetas, maquillajes sofisticados, gritos agudos y una pasión indisimulable, sino también un conocimiento claro y femenino del juego, aunque muchos machos se nieguen a aceptarlo.
Las mesas de los restaurantes de Sudáfrica son hoy por eso testigos de análisis breves, claros e incisivos de mujeres, frente a las frases grandilocuentes y fogosas de sus compañeros que intentan convencerlas de que en el fútbol nada es sólo lo que se ve.
Cierto es también que el show mundialista colabora para atraer a las mujeres con jugadores que saben de estética y son modelos de publicidad, que se calzan camisetas ajustadas que marcan sus trabajados músculos y desparraman altas dosis de testosterona por el campo de juego.
Y encima todo esto les suele salir carísimo a sus compañeros, que entre partido y partido ahora no sólo analizan probabilidades y posibles cruces, sino que para calmar ciertos sentimientos de culpa caminan decenas de kilómetros por los pasillos de centros comerciales y hacen arder sus tarjetas de crédito
No hay comentarios:
Publicar un comentario