jueves, 24 de junio de 2010

Los gritos de apoyo de antes, se convirtieron en exigencias y reclamos


Como un globo pinchado por un alfiler, así quedaron los aficionados mexicanos por la derrota de México ante Uruguay. Ni la entrada en el segundo tiempo del nuevo héroe nacional, el Chicharito Hernández, pudo hacerlos explotar de felicidad. El héroe no hizo la hazaña. No metió gol.

El conjunto azteca abandonó la cancha del Royal Bafokengen en Sudáfrica con el marcador en contra, sin un solo gol anotado, a la par que miles de personas que siguieron a la Selección Mexicana desde la plancha del Zócalo de la Ciudad de México, se fueron alejando de a poco del lugar, incluso antes de que terminaran los 90 minutos reglamentarios del partido mundialista.

“¡Uuuhhh!”, pujaron al unísono en todas las oportunidades de gol que tuvo el Tri y falló: se llevaban las manos a la cabeza en señal de pura desesperación e impotencia. El más insultado fue Guillermo Franco, quien falló en varias ocasiones cuando tenía claras oportunidades de concretar un tanto. Hasta pudo verse en la pantalla gigante que el capitán Rafa Márquez se molestó con él.

“Yo haría cambios en el próximo partido contra Argentina”, dijo uno de los aficionados al finalizar. “Fue un error dejar a Franco todo el juego, (Javier) Aguirre debería de haberlo sacado desde el principio”, añadió con seguridad, como esos comentaristas de televisión que hablan y pronostican.

Antes de las 09.00 horas, la plancha del Zócalo era pura alegría. Alboroto, música, confianza y ánimo. Un mariachi entonaba el Cielito Lindo, un grupo de adolescentes gritaba: ¡Vamos México!, ¡Vamos México!, y otros cuantos pegaban la boca para accionar una de las armas más ensordecedoras del futbol nacional: las cornetas, esa trompetilla escandalosa que bien podría ser la “vuvuzela azteca”.

Al medio tiempo hubo enojo, y también insultos: “¡Temo, muévete!”, “Suárez, eres un pende…” (aludiendo al jugador uruguayo que logró el único gol del partido), “Franco, cabrón traidor!”. Tras los 45 minutos, la petición más importante para Aguirre desde el estadio improvisado fue: ¡Que metan al Chicharito! ¡Queremos al Chicharito!". Había todavía un poco de esperanza.

Pasaron varios minutos del segundo tiempo y entonces el Vasco metió el Chicharito… pero el marcador nunca remontó, así como tampoco el ánimo de la afición.

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