Su apellido le delata. Honda, como el mayor fabricante de motores del mundo, más de 24 millones en 2008. Él guía a Japón, a su selección. Este centrocampista, de gran polivalencia, se ha convertido en su propulsor, en el principal responsable de que el combinado nipón se haya colado en los octavos por segunda vez en su historia -la primera ocasión fue en el Mundial de 2002 organizado junto a Corea del Sur- y lo haya conseguido de una forma solvente, con un juego vistoso, atractivo para el espectador. Keisuke Honda (Settsu, Osaka, 13-6-1986) ha acelerado las opciones de 'Los Samurais Azules', que el martes se miden a Paraguay y en cuartos podrían cruzarse con España, con un par de tantos (frente a Camerún y Dinamarca), y varias asistencias que le han servido para relegar a un segundo plano a Shunsuke Nakamura, ex del Espanyol, otrora estrella de Japón.
Y es que el futbolista del CSKA de Moscú posee una magnífica técnica, zurda fenomenal, más que decente con la diestra, una gran visión de juego y fabrica pases inimaginables, también inverosímiles lanzamientos de falta. Dos muestras las dejó en el césped del Royal Bafokeng, en Rustemburgo, el jueves. Primero, con su tanto de libre directo. Después, cuando su selección iba por delante (2-1) y Dinamarca acababa de marcar para acercarse, él, como el líder que es, se inventó una jugada preciosa, con dos recortes previos -algunos dicen que al estilo Messi, de hecho ya le han bautizado como 'El Messi de Oriente'-, para dejar el balón a Okazaki y firmar la mayor goleada nipona en este torneo.
Ese instante mágico ha encandilado al mundo. No sólo sirvió para que le nombrasen mejor jugador del partido -también se llevó el título en el estreno, un día después de su 24 cumpleaños-, sino para que el planeta fútbol se fijase en este sobrino de remero olímpico (su tío Daizaburo participó en Tokio'64) y familiar de luchador (su primo estuvo en los Juegos de 1984, 1988 y 1992). Con estos antecedentes, parecía predeterminado para el deporte.
Talento precoz
Pronto recogió el guante. Desde muy pequeño, Honda, trabajador a destajo, diesel, destacó. Aún se peleaba con los libros en el instituto cuando el Plan de Desarrollo de Futbolistas de la liga japonesa le reclutó. Su talento le permitió compaginar el fútbol profesional con esos partidos que disputada con el equipo de su centro de Secundaria. Y creció. Y su entonces entrenador, el holandés Sef Vergoosen, se lo recomendó a un cuadro 'oranje' semidesconocido, que penaba en las últimas plazas del campeonato.
Para Europa se fue en enero de 2008. Llegó al Venlo, tiró de él, pero nada. No impidió el descenso. Un palo. En cambio, en el curso siguiente, como ahora en Japón, se convirtió en el motor de esta humilde escuadra para devolverle a la máxima categoría. Jugó de segundo delantero, compuso un dueto letal con Sandro Calabro (ahora en el Saint Gallen suizo) y consiguió el ascenso. Y también ofertas de múltiples equipos enamorados de su elegancia: Liverpool, Aston Villa, Ajax...
Nadie le ató el pasado verano. Él, adorado por una afición que le conocía como 'El Emperador Keisuke', lo dejó claro. O al PSV o nada. Fue lo segundo. Nada. Hasta el pasado mercado de invierno. El CSKA de Moscú puso encima de la mesa 6 millones y se marchó al frío ruso. Con los moscovitas, congeló al Sevilla en la Liga de Campeones. En el Sánchez Pizjuán, marcó un precioso tanto de falta -el primero con su nuevo equipo- y cedió otra diana a un compañero. Adiós de los hispalenses a Europa en octavos. Hola a un nuevo talento. En cuartos, contra el Inter, también recaudó una gran actuación, insuficiente para el CSKA.
Ésa fue su última gran batalla hasta Sudáfrica. Desde el final de la liga rusa comenzó a cargar gasolina en su depósito para llevar a Japón a lo máximo. Como faro. De momento, su apuesta ha resultado correcta. Tanto, que quiere más. «Estoy contento -declaró tras el duelo contra Dinamarca- por la victoria, pero no estoy satisfecho. Quiero mostrar a mis compatriotas que nada es imposible. Yo me he propuesto ganar este Mundial y aún hay mucho camino por recorrer». Y él tiene motor para hacerlo.
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