En el último Congreso Extraordinario de la FIFA, en el oasis de riqueza que es Sandton, el sitio más lujoso del continente africano, llegó a blanquear la pretensión de que para el próximo Mundial de Brasil 2014, Sudamérica perdiera una plaza debido a que ya se asegura una por el hecho de que uno de sus federaciones oficiará de anfitriona.
Esa plaza está pensada para ser distribuida entre las restantes confederaciones continentales pero nadie se imaginaba lo que iba a ocurrir en esta primera fase de grupos que comienza a finalizar. Resulta que Sudamérica, paradójicamente, ha colocado ya a cuatro de sus cinco participantes (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) en octavos de final, y aún hoy puede sumarse Chile con sólo empatar contra uno de los principales candidatos al título, España. Es decir, pleno al cinco.
Por contrario, un Mundial que preparó todos los fastos para que por fin una selección del continente pudiera llegar lejos, tal como las manos mágicas diseñaron un plan que favoreció a Japón y a Corea del Sur hasta niveles extremos en 2002, se encuentra con que apenas Ghana, y por la ventana de depender de un triunfo de los australianos ante los serbios, se metió en los octavos cuando los otros cinco equipos (Camerún, Nigeria, Argelia, Costa de Marfil y los locales sudafricanos) quedaron eliminados.
Es más, si Uruguay puede llegar a semifinales, una instancia que no acaricia siquiera desde México 1970 no es por otra razón (aún elogiando la buena disposición de su técnico Oscar Tabárez por proponer un fútbol ofensivo con un tridente de calidad) que porque tomó impensadamente el relevo de los sudafricanos, a los que la FIFA les había allanado el camino, como suele hacerse con los locales en cada gran torneo con esos misteriosos sorteos que siempre envían las bolillas hacia el mismo lado.
¿Es sólo fortuito que los representantes del continente sudamericano hayan pasado de rueda y que los africanos, siendo locales, hayan quedado eliminados, contrariamente a lo que se pretendía? No parece que sea así.
Ya nos hemos referido en estas columnas sobre lo que ocurre con los seleccionados africanos, que han perdido frescura e inventiva y hasta capacidad ofensiva y libre albedrío por no confiar en sus propias capacidades e importar entrenadores automatistas y racionalistas occidentales, que han terminado produciendo jugadores en serie, igualitos al resto, algo de lo que los sudamericanos conocemos bien porque es lo que ocurrió en nuestro continente tras el desastre de Suecia en 1958 y el advenimiento de los entrenadores europeístas que impusieron el capitalismo futbolero.
Tampoco puede dejarse de lado el hecho sociocultural y la creciente autoestima de un continente como el sudamericano que contiene a países en notable crecimiento, y en muchos casos, encontrando su propia identidad y dando lugar por fin a muchos de los rezagados por planes económicos justamente diseñados muy lejos de sus propios lugares y que han fracasado rotundamente.
En estos tiempos de crecimiento, ¿es sólo casual que los equipos continentales avancen cada uno con su propio sistema de juego y con jugadores de elevada tasación que compiten al mejor nivel? No parece lógico. El fútbol no es una isla, sino apenas un retrato de lo que ocurre en la vida pero en noventa minutos y obedece, como todo, a muchas causas y no sólo a una.
Tampoco parece casual, siguiendo el mismo razonamiento, que Europa occidental esté encontrando muy malos resultados en este Mundial. Ya se han ido Francia (con escándalo) e Italia (primera vez eliminada en primera fase desde 1974), y hoy podría acompañarlas España, mientras que Inglaterra o Alemania se irán también en octavos de final, justo cuando el euro navega en la enorme duda y el sistema económico debe salir a respaldar a muchos de estos países, que parece que van hacia la bancarrota, mientras, oh casualidad, Sudamérica, que no toma esas recetas, lejos de aquello, avanza con cierta tranquilidad.
Si enfocamos hacia los otros continentes, notaremos que neozelandeses, débiles en fútbol, se van del grupo de Italia invictos con tres empates, en una digna actuación, mientras que sus vecinos australianos también abandonan la contienda luego de vencer nada menos que a los serbios. Y entre los asiáticos, al menos Corea del Sur ha logrado una importantísima clasificación a octavos de final. Justamente, se trata de los seleccionados que han decidido apostar a escuelas propias, aún con los errores que pudieran cometer.
Lo que no queda claro, ahora, es cómo hará la FIFA para sostener aquella idea de quitarle una plaza al continente sudamericano para dársela a otros que han fracasado, o que no parece que tengan la coherencia necesaria.
Si algo encuentra, no será precisamente deportivo.
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