ESPN
Alemania se impuso hoy a Ghana (0-1) en el último partido de la primera fase, resultado que le sirvió para viajar como primera de grupo a los cruces, en los que le acompañará la propia Ghana, que se benefició de la victoria de Australia sobre Serbia para terminar segunda.
En el Soccer City de Soweto no encontró Alemania el vértigo de la primera jornada, aquel fútbol hilvanado a dos toques que pasó como un tifón sobre Australia dejando pasmado a medio planeta.
Parte importante de la culpa, claro, la tuvo Ghana, un equipo que sabe cómo recogerse, que arropa a su portero con dos líneas muy juntitas, sin pudor para retrasar a hombres de la calidad de Asamoah hasta la posición de lateral, pero que, una vez con la pelota en los pies, salen como flechas hacia el marco contrario.
Con esa receta supo el técnico serbio Milovan Rajevac llevar a las "águilas negras" a la final de la Copa de África disputada este año en Angola pese a que compareció con un equipo que a veces peca de ingenuo por bisoño.
Sin Essien, las posibilidades de Ghana de gobernar el medio campo son pocas, por lo que prácticamente renuncia a él y fía su juego a la velocidad en el despliegue, más hoy, satisfecha con un empate que le daba el pase a octavos.
Alemania, necesitada de los tres puntos, no podía permitirse el lujo de especular con el resultado, así que los buscó sin saber cómo dar con la tecla que le otorgase el dominio en la zona ancha, que por momentos se convirtió en terreno de nadie.
No anduvo fino Schweinsteiger, poco acompañado por Khedira, ni tampoco acudieron al rescate los medias puntas alemanes, desafortunado como estuvo Mueller e impreciso Podolski, por lo que Alemania se veía incapaz de construir.
En esas circunstancias, claro, la pelota llegó a las áreas, primero a la africana, donde Kingson sacó un buen par de manos, luego a la alemana, sin que Neuer se viese verdaderamente exigido.
Así discurrió la primera parte, de una lado al otro, con unos que quieren pero no pueden y otros que lo intentan pero no saben.
En el minuto 25, Mesut Oezil, el volante del Werder Bremen, tuvo una ocasión inmejorable, se quedó solo ante Kingson y en carrera, pero disparó al muñeco.
Un minuto después, el capitán germano, Philip Lahm, sacó sobre la misma línea de gol un remate de cabeza que había ajustado Gyan a la base del poste izquierdo.
El partido era de ida y vuelta, terreno abonado para que crezca el fútbol de Ghana, un equipo musculado y veloz como pocos, pero en el que no se siente cómoda Alemania, que acaba por enfangarse.
Lo debió ver claro Joachim Loew, que algo hubo de decir a sus muchachos en la caseta, pues en la reanudación le pusieron más pausa a su fútbol para inclinar el campo hacia Kingson hasta instalarse en el balcón de su área.
Fue así como llegó el tanto de Oezil, un balón ajustado al segundo palo desde la media luna del área que se durmió en la red sin opciones para el meta africano.
Ghana, que venía de dilapidar por medio de Asamoah y con la colaboración del meta alemán la mejor ocasión del partido, se encontraba con un gol en contra y más cerca que nunca de la puerta de salida del Mundial, que ahora podía abrirle de par en par desde el otro partido del grupo Serbia.
Así que se volcó Ghana, o al menos lo intentó, porque a los de Rajevac les falta pausa y también ingenio cuando se trata de jugar en espacios cortos, y a los alemanes si algo les sobra es oficio, que fue de lo que tiraron hasta el pitido final para mantener al orgullo del fútbol africano lejos de su portero. Sin embargo, los transistores siempre traen noticias y de Nelspruit llegaba una que decía que Serbia perdía con Australia, por lo que tanto Alemania como Ghana tenían reservado el billete a octavos.
No hubo, pues, verdaderas razones hoy en el Soccer City para el lamento pese a la derrota de Ghana, el mejor equipo africano del Mudial y el orgullo del continente negro.
En el Soccer City de Soweto no encontró Alemania el vértigo de la primera jornada, aquel fútbol hilvanado a dos toques que pasó como un tifón sobre Australia dejando pasmado a medio planeta.
Parte importante de la culpa, claro, la tuvo Ghana, un equipo que sabe cómo recogerse, que arropa a su portero con dos líneas muy juntitas, sin pudor para retrasar a hombres de la calidad de Asamoah hasta la posición de lateral, pero que, una vez con la pelota en los pies, salen como flechas hacia el marco contrario.
Con esa receta supo el técnico serbio Milovan Rajevac llevar a las "águilas negras" a la final de la Copa de África disputada este año en Angola pese a que compareció con un equipo que a veces peca de ingenuo por bisoño.
Sin Essien, las posibilidades de Ghana de gobernar el medio campo son pocas, por lo que prácticamente renuncia a él y fía su juego a la velocidad en el despliegue, más hoy, satisfecha con un empate que le daba el pase a octavos.
Alemania, necesitada de los tres puntos, no podía permitirse el lujo de especular con el resultado, así que los buscó sin saber cómo dar con la tecla que le otorgase el dominio en la zona ancha, que por momentos se convirtió en terreno de nadie.
No anduvo fino Schweinsteiger, poco acompañado por Khedira, ni tampoco acudieron al rescate los medias puntas alemanes, desafortunado como estuvo Mueller e impreciso Podolski, por lo que Alemania se veía incapaz de construir.
En esas circunstancias, claro, la pelota llegó a las áreas, primero a la africana, donde Kingson sacó un buen par de manos, luego a la alemana, sin que Neuer se viese verdaderamente exigido.
Así discurrió la primera parte, de una lado al otro, con unos que quieren pero no pueden y otros que lo intentan pero no saben.
En el minuto 25, Mesut Oezil, el volante del Werder Bremen, tuvo una ocasión inmejorable, se quedó solo ante Kingson y en carrera, pero disparó al muñeco.
Un minuto después, el capitán germano, Philip Lahm, sacó sobre la misma línea de gol un remate de cabeza que había ajustado Gyan a la base del poste izquierdo.
El partido era de ida y vuelta, terreno abonado para que crezca el fútbol de Ghana, un equipo musculado y veloz como pocos, pero en el que no se siente cómoda Alemania, que acaba por enfangarse.
Lo debió ver claro Joachim Loew, que algo hubo de decir a sus muchachos en la caseta, pues en la reanudación le pusieron más pausa a su fútbol para inclinar el campo hacia Kingson hasta instalarse en el balcón de su área.
Fue así como llegó el tanto de Oezil, un balón ajustado al segundo palo desde la media luna del área que se durmió en la red sin opciones para el meta africano.
Ghana, que venía de dilapidar por medio de Asamoah y con la colaboración del meta alemán la mejor ocasión del partido, se encontraba con un gol en contra y más cerca que nunca de la puerta de salida del Mundial, que ahora podía abrirle de par en par desde el otro partido del grupo Serbia.
Así que se volcó Ghana, o al menos lo intentó, porque a los de Rajevac les falta pausa y también ingenio cuando se trata de jugar en espacios cortos, y a los alemanes si algo les sobra es oficio, que fue de lo que tiraron hasta el pitido final para mantener al orgullo del fútbol africano lejos de su portero. Sin embargo, los transistores siempre traen noticias y de Nelspruit llegaba una que decía que Serbia perdía con Australia, por lo que tanto Alemania como Ghana tenían reservado el billete a octavos.
No hubo, pues, verdaderas razones hoy en el Soccer City para el lamento pese a la derrota de Ghana, el mejor equipo africano del Mudial y el orgullo del continente negro.
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