lunes, 14 de julio de 2014

Schweinsteiger: Guerrero, máquina, rey del Mundial

Bastian Schweinsteiger tiene sangre de guerrero. La exhibe a todo el Maracaná en el segundo tiempo suplementario. Su rostro sirve de vitrina, después del agujero que le dejó el codazo de Sergio Agüero en el minuto 108. Los médicos alemanes hacen lo posible por detener la presentación. Limpian su herida bajo el ojo derecho y el volante se retuerce de dolor con la curación. Eso sí, no pide un trato más delicado, sólo quiere volver pronto al terreno.
Quedan 10 minutos para el final y el estadio de la definición de la Copa del Mundo ovaciona el reingreso de Schweini. El manchón rojo en la cara se mantiene, pero ya no brota la sangre. Y así, el alemán con más cara de alemán inicia la jugada que termina con el gol de Götze a los 113´. Las fuerzas no le dan para ir a abrazar al héroe, porque los calambres también han mellado su andar de tractor. Prefiere guardar sus pocas energías para lo que resta de juego, la Copa está casi lista.
El combinado germano fue justo campeón. Es cierto que Argentina tuvo tres clarísimas (Higuaín, Messi y Palacio), pero por campaña y regularidad, el trofeo más importante del balompié se lo llevó el mejor. Desde la misma federación teutona certifican que en su país se forman futbolistas de nivel parejo. No todos son extraordinarios, pero sí todos son buenos, afirman. El seleccionador que llegó a Brasil 2014, más maduro después de un tercer lugar en Sudáfrica 2010, es prueba inequívoca de que dicen la verdad.
Están Neuer, Lahm, Kroos, Müller... Y, más allá del tanto de Götze en el alargue, el que destaca por sobre todos es Schweinsteiger, que sigue batallando en el centro del campo. Su enésima barrida sobre el pasto del Maracaná termina con Messi en el suelo, cuando se juegan los descuentos. El argentino se para casi en seguida, apurado por el reloj y el marcador. El 7 germano se queda en el suelo, extenuado.
Posiblemente si Messi asestaba el tiro libre y conseguía el empate a los 121´, otro jugador habría sido el protagonista de esta crónica. Pero no, el Dios del fútbol argentino la mandó a las nubes. En este partido se impuso la deidad del balompié germano. Por que el otro alias de Schweinsteiger en Alemania es Fussballgot, expresión que significa "Dios del Fútbol" en su nación.
El partido ya se terminó. La mayoría de los argentinos (Messi es de las pocas excepciones) está con los ojos llorosos por la derrota. Los campeones mundiales, en tanto, rompen cualquier protocolo e invitan a sus seres queridos a la cancha. Como modelos en una pasarela (buena parte de ellas trabaja en este rubro, de hecho), las parejas de los jugadores presentes en el estadio invaden la cancha. También infantes con la camiseta de la selección que no entienden mucho lo que pasa, como sucede con el hijo de Lukas Podolski, quien no se baja de los brazos de su padre.
¿Y Schweini? Ahí está. Su transpiración ya está seca de tantos abrazos con compañeros, cuerpo técnico y, especialmente, el de su media naranja, Sarah Brandner, reconocida como la "novia más sexy de la selección alemana". Sus medias están a la altura del tobillo y sus canilleras de cartón (sí, el ídolo de la Mannschaft, seguramente por cábala, utiliza como protección dos trozos de cartón de caja, con la marca que le auspicia dibujada con plumón) están fuera.
El manchón rojo ya está convertido en costra y es lo que menos le interesa al mediocampista. Amaga darse un beso en la boca con Podolski, pero luego aclara que es una broma. Schweinsteiger está feliz, la final quedó atrás, el tetracampeonato está en la mano. El modo máquina se apagó y y parte el modo humano.


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